sábado, 7 de enero de 2012

Abriendo la puerta de mi armario

Por fin he abierto un poco la puerta de mi armario para recuperar a mi amiga del pueblo de mis padres.

El día 9 de Noviembre pasado mi amiga del pueblo de mis padres me llamó por el móvil para decirme que se encontraba en la ciudad y preguntarme si me venía bien que quedáramos a comer juntas. Yo me encontraba en la resi y le dije que desde donde yo estaba tenía que coger un autobús y un tren para ir a la ciudad y que no me daba tiempo de llegar a tiempo para comer, pero que podía comer ella sola y yo llegaría a la hora del café y le pareció bien.

Así que, dicho y hecho, pedí permiso en la resi y salí corriendo para no perder el autobús, éste me llevó a la estación y allí cogí el tren que me llevó a la ciudad, y allí me estaba esperando a la hora convenida mi amiga que ya había comido.

Ella me preguntó que adónde íbamos, y yo le contesté que a algún sitio en que se pudiera hablar largo y tendido, así que elegimos una cafetería muy tranquila y cómoda pues yo tenía mucho pero que mucho que contarle.

No sabía por dónde empezar, lo primero que le dije es que le iba a contar dónde había estado todo este tiempo, y que el hecho de que no hubiera tenido contacto con ella tenía su explicación, pero que era un asunto delicado y no estaba preparada todavía para que lo contara al resto de las amigas del pueblo y así me lo prometió.

Le conté todo desde el principio, que debido a mi enfermedad mi situación requería según los psiquiatras un ingreso de larga estancia en una residencia para mi mejoría, y que yo debido a los tabúes que por desgracia existen en la sociedad, tuve miedo de decirle la verdad por temor a un posible rechazo por su parte, pero que para mí era una de mis mejores amigas y estaba preparada para contarle la verdad, había llegado el momento para compartir con ella mi gran secreto: mi enfermedad y mi ingreso en una residencia.

Ella es auxiliar de clínica, y además por desgracia conoce lo que es la depresión y la ansiedad, sobretodo porque tuvo que sufrir el agónico fallecimiento de su madre por cáncer cuidándola ella misma y lo pasó muy mal durante la enfermedad y después de su falta sufriendo en sus propias carnes ambas patologías. Además de esto, sabe lo que es el rechazo por parte de la gente y sentirse como un bicho raro pues le ha pasado por diversas circunstancias con amigas y en el trabajo, se ha sentido marginada y fuera de lugar.

Así pues, debido a su profesión en la que trata con enfermos, y debido a sus experiencias personales como he comentado, se pudo poner fácilmente en mi piel y me entendió a la perfección.

Yo contaba con su comprensión, y también pensaba que si por desgracia no fuera así, sería porque no era realmente mi amiga. Pero como podéis comprobar, conté con su apoyo incondicional desde el primer momento, así que yo estaba loca (valga la expresión) de contento por haber recuperado a una buena amiga, y me sentía feliz de haberme liberado un peso de encima.

Nos despedimos contentas por el reencuentro, y quedamos de acuerdo en seguir en contacto y en volver a vernos pasadas las fiestas de Navidad y Reyes para comer juntas una buena paella.

Volví más que feliz de nuevo a la resi.

Sigo hablando por teléfono regularmente con ella y la cita sigue en pie.

Ha sido una experiencia magnífica y muy muy gratificante.

Os animo a que vayáis abriendo las puertas de vuestro armario particular aunque sea poco a poco como yo. Merece la pena (y si no, es porque quien no merece la pena es la persona a quién se lo cuentas).

Besos. Alice.