viernes, 29 de abril de 2011

La señora Ansiedad

Así la ha bautizado mi psicóloga y coordinadora de la residencia CEEM donde resido.

El trastorno obsesivo compulsivo va asociado inseparablemente a la ansiedad. Cuando tienes una obsesión, un pensamiento intruso que te domina, tienes que satisfacerla/o porque si no, te genera ansiedad. En mi caso sería tratar de tirarme algún enser al que yo le tuviera apego o le viera utilidad aunque realmente no la tuviera, la sola idea de que me tirasen ese enser me generaría una ansiedad espantosa.

Para vencerla, me dice el psiquiatra y mis psicólogas que tengo que sufrir esa ansiedad, padecerla, aprender a mantenerla, y conforme lo vaya haciendo muchas veces, la ansiedad irá disminuyendo y al final desaparecerá. Es lo que llaman terapia de exposición y prevención de respuesta, que según mi psiquiatra del CEEM está científicamente comprobado que es la única terapia eficaz en el tratamiento del TOC.

Pero según mi psicóloga y coordinadora del CEEM, tengo un cuadro de ansiedad generalizada, es decir, que la señora Ansiedad me acompaña todo el día, desgraciadamente se ha hecho mi inseparable compañera. Y también me explica que padezco de ansiedad anticipatoria, es decir, que me preocupo por hechos venideros con mucha anticipación, lo que me genera unos niveles de ansiedad irresistibles.

Es lo que ya comenté de que doy muchas vueltas a todo y me preocupo en exceso por cualquier cosa, eso me genera ansiedad, y ya de buena mañana me despierto con ella, no sé describirla muy bien, sólo sé que se me encoge el estómago, siento un nudo en él, tengo un desquicio que me mata, me subiría por las paredes, no puedo resistir ese estado, me incapacita totalmente y no puedo ni salir de la cama, me refugio en ella moviendo un pie y contando 1, 2, 3 repetidamente. Es horrible. Tienes que pasarlo para comprenderlo.

En la película "Una mente maravillosa" basada en hechos reales, un científico matemático que es un genio, John Nash, sufre de esquizofrenia y tiene alucinaciones, pero es capaz un día de despedirse de las tres personas que veía, una por una, diciéndoles que seguirá viéndolas pero que les dice adiós porque nunca jamás les va a hacer ya ningún caso, así consigue seguir sus estudios y teorías, lo que le permite obtener el premio Nobel años más tarde.

Ojalá pueda yo algún día despedirme también de la señora Ansiedad. Por el momento me está haciendo la vida imposible, pero el poder de despedirme de ella tan sólo está en mi mano, como hizo John Nash.

La culpa siempre es de los demás

Hace mucho tiempo me ocurría que cuando me pasaba algo que no me gustaba o me salía algo mal, siempre le echaba la culpa a los demás, sobretodo a las personas que me habían ayudado a tomar una decisión (que solían ser mis padres) y luego me salía mal, luego les reprochaba que me hubieran aconsejado tomar esa decisión.

En general, siempre que me salía algo mal, siempre tenían culpa los demás. Siempre. Aunque no tuviera que ver con una decisión anterior.

Llegaba hasta tal extremo, que incluso si me manchaba, por poner un ejemplo, yo no tenía la culpa, siempre la tenían los demás.

Nunca asumía mis propios errores, y siempre culpabilizaba a los demás de las consecuencias de las decisiones que tomaba cuando salían mal cuando me habían ayudado a tomarlas.

En primer lugar, no era capaz de tomar mis propias decisiones, y en segundo lugar me enfadaba con la persona a la que había pedido ayuda para tomar la decisión si el resultado no era de mi agrado por no saber asumir mis propios errores y las consecuencias de mis decisiones.

La culpa nunca era mía, siempre era de los demás.

Esto, afortunadamente apenas me ocurre ya, voy asumiendo poco a poco y día a día, la responsabilidad de mis propias acciones, ya no culpabilizo siempre a los demás cuando algo sale mal porque he llegado a comprender que es algo irracional.

También tiene que ver que mi familia ya no es tan cómplice conmigo a la hora de tomar decisiones, mi hermano no me aconseja en absoluto nunca por propia convicción de que es lo mejor para mí, para poder llegar a ser una persona autónoma e independiente, y aunque a mis padres me los sigo llevando al huerto en alguna ocasión porque lo sigo pasando muy mal a la hora de tomar una decisión y se apiadan de mí, ya no me aconsejan tanto, me dicen que me solucione yo sola mis problemas porque debo ser autónoma e independiente y no depender de nadie.

Creo que poco a poco lo conseguiré.

miércoles, 27 de abril de 2011

Ingreso en la residencia CEEM

Cuando ingresé en la residencia CEEM (Centro Específico de Enfermos Mentales) donde resido actualmente desde hace 4 años debido a mi enfermedad (TOC por acumulación) lo pasé muy mal, y sentía rabia e impotencia porque se me derivó desde mi hospital de referencia de forma involuntaria.

Dejé de querer ver a mis padres durante mucho tiempo porque los culpabilizaba de que no hubieran frenado mi ingreso involuntario en este centro y los odiaba.

Me llevó mucho tiempo entender, y en esto ha tenido mucho que ver la terapia de familia que realizo actualmente y desde hace ya bastante tiempo, que mis padres no eran los culpables, que yo estaba realmente mal y la situación en mi casa estaba desbordada y mis padres necesitaban ayuda.

Actualmente mi familia y yo somos como una piña y tanto mis padres como mi hermano se han volcado totalmente en ayudarme con mi enfermedad, tanto económicamente como dándome su tiempo que muchas veces no tienen, y por supuesto su esfuerzo. Los quiero mucho.

He llegado a entender que tengo una enfermedad y que a veces esto produce desbordamiento familiar, y que tengo que estar en el CEEM hasta que recupere el control sobre mi enfermedad de forma normalizada, para eso estoy aquí.

Qué duda cabe que me gustaría estar en mi casa, pero no en las circunstancias en las que estaba, cuando éstas cambien, podré volver a convivir con mi familia, para eso estoy en el CEEM, para rehabilitarme y poder llegar a conseguir sino superar, porque se trata de una enfermedad crónica, sí a controlar la enfermedad y no que ella me controle a mí, para poder llevar a cabo una vida en sociedad lo más normalizada posible.

Espero poder llegar a conseguirlo, para ello trato de esforzarme día a día, y cuento con la ayuda de mi familia, la psicoterapia familiar y por supuesto el apoyo incodicional de la residencia.

Proceso de desacumulación

Actualmente tengo que agradecer encarecidamente a mi hermano la gran ayuda que me está prestando para llevar a cabo el proceso de desacumulación que en estos momentos estoy llevando a cabo, y a la residencia CEEM donde resido el apoyo incondicional que me están dando en dicho proceso, sobre todo a la coordinadora y psicóloga del CEEM donde resido, y por supuesto a la Dirección del centro porque sin ellos no me sería posible estar llevándolo a cabo.

Resulta que durante el tiempo en que he estado ingresada en el centro he ido acumulando cosas que he ido pidiendo a mis padres que me trajeran de casa, y también cosas que he ido acumulando a lo largo del tiempo que estoy aquí que han ido cayendo en mis manos y no me he sabido desprender de ellas, bien porque les he cogido apego, bien porque pienso que las puedo necesitar en un futuro. Esto había llegado a tal punto que mi habitación de la resi estaba desbordada y había que tomar cartas en el asunto.

Se decidió que una vez por semana viniera mi hermano a ayudarme a desacumular, retirando lo que no necesitara y ordenando de manera adecuada lo que sí me quedara en la habitación porque me fuera útil, y por supuesto tirar lo que no sirviera.

Mi hermano trabaja con un horario agobiante porque siempre está haciendo horas, incluso en casa, imparte cursos, acude a reuniones, y encima se encarga de la casa y de los niños junto con mi cuñada, además es miembro de la asociación de padres del colegio de los niños y tiene que acudir a reuniones periódicas. En fin, que no es que le sobre el tiempo precisamente, aparte del día que acude a la psícoterapia familiar que realizo de forma privada, así que es pero que muy de agradecer que una vez por semana se desplace 50 kilómetros desde su casa a mi residencia para poder ayudarme en el proceso de desacumulación, que gracias a la implicación de mi hermano, la ayuda incodicional que estoy teniendo por parte del centro y mi propia implicación y constancia, está dando sus frutos.

Espero que el proceso siga en la misma línea y que por fín la habitación quede desacumulada y ordenada.
Ésta es la meta que tengo planteada actualmente en mi día a día y que espero llegar a alcanzar muy pronto.

Hasta otro día.
Saludos.

viernes, 15 de abril de 2011

Una poesía de mi cosecha


La luna ilumina mi ventana.
Tu recuerdo, vago, llega hasta mí.
Han pasado muchos años.
¿Qué será de ti?
¿Me importa acaso?
Si te viera de nuevo ¿qué haría?
Nunca lo sabré.
No creo que nos volvamos a ver.
¿Qué nos pasó?
Me dejaste.
Simplemente.
¿Simplemente?
A ti ya te habían roto el corazón.
No fue venganza. Lo sé.
Sabías lo que yo sentía.
Te dí todo mi ser.
Me quedé sola y herida.
Hundida en el fango.
Tirada en el arroyo.
Tú eso no lo querías hacer.
Por eso callaste y callaste.
Y fuí yo la que tuvo que descubrir.
Que había otra mujer.
Enfermé de amor.
No lo podía creer.
A pesar de todo.
Nunca me he arrepentido.
De nuestra historia de amor.
Siempre he llevado conmigo.
Todo lo bueno que me diste.
O que yo supe coger.
Siempre te querré.
Pero no a ti, no a ti.
Sino a aquel que fuiste una vez.


Consciencia y conciencia de la enfermedad

Yo no tenía consciencia de que tener la habitación desordenada o ir acumulando pilas de papeles por todo el suelo de mi habitación, que me traía del trabajo por no tirarlos por miedo a necesitarlos después, que es el principal problema de mi enfermedad, el tener miedo de tirar las cosas aunque en ese momento no las necesite por miedo a necesitarlas en un futuro o por cogerles apego, fuera una enfermedad. Yo simplemente lo consideraba dejadez.

Ya he comentado en ocasiones anteriores que fué la primera psicóloga a la que acudí en busca de ayuda por las depresiones que estaba sufriendo, la que quiso ir a mi casa y al abrir la puerta de mi habitación, pudo realizar un adecuado diagnóstico de mi verdadera y camuflada enfermedad: el TOC por acumulación. A partir de ese momento y gracias a mi perspicaz psicóloga, llegué a poder ser consciente de mi enfermedad y con el tiempo y con la ayuda de profesionales pude llegar a tener conciencia de la misma, es decir, comprenderla, entenderla, porque me dieron herramientas para poder tener conocimientos sobre la enfermedad, leí mucho y sobretodo hice mucha psicoterapia, hablé mucho durante las terapias que he realizado con varias psicólogas a las que he acudido a lo largo del tiempo.

Es decir, que me ha llevado mucho tiempo y trabajo tener tanto consciencia como conciencia de mi enfermedad, lo cual me ha ayudado para poder aceptarla y asumirla, pasos previos necesarios para poder superarla.


Os animo en la medida de lo posible y con ayuda de la familia y profesionales a que lleguéis a ser capaces de ser conscientes de vuestra en enfermedad y a poner todo el empeño para tener la mayor conciencia posible de la misma, llegar a comprenderla y entenderla para poder superarla. Siento reiterarme en mis palabras pero os lo aconsejo de todo corazón porque de verdad creo que es el único camino para poder superar nuestra enfermedad.

jueves, 14 de abril de 2011

Toma de decisiones

Me cuesta mucho tomar decisiones porque soy muy perfeccionista y siempre quiero elegir lo mejor.

Hace tiempo una psicóloga me dijo que lo mejor NO existía, pero yo como si siguiera sin creérmelo, tomar una decisión por pequeña que sea, es un suplicio, y lo malo que sucede es que escoja lo que escoja siempre me parece que lo que he dejado sin elegir es lo mejor, con lo cual nunca me quedo satisfecha con la elección que hago sea cual sea.

Mi padre siempre me ha dicho que la indecisión es la madre del fracaso, y creo que tiene razón.

Mis indecisiones llegan hasta tal punto que cometo "chorradas" como comprarme la misma prenda de ropa en varios colores diferentes por no saber elegir el color, ante la indecisión, elijo todo, lo cual es un gran problema a niveles más importantes. Me hace ser disfuncional.

Y muchas veces me refugio en ese maldito cordón umbilical que ya he comentado que me está costando mi trabajo cortar, y pido consejo a mis padres de qué es lo que debo hacer, elegir, etc., algo que tengo que conseguir dejar de hacer, y aprender a dejar de ser tan perfeccionista, tomando las decisiones por mí misma, sin dar tanta importancia a las cosas como se las doy porque me amargo la existencia, y asumiendo las consecuencias de las decisiones que tomo, porque realmente las consecuencias no serán tan transcendentales como para que no tengan solución, y si no la tienen, debo aprender a asumirlo, para poder llegar a conseguir que aumente mi autoestima, y a ser esa persona madura, independiente y autónoma como ya he comentado que deseo llegar a ser.

He de dejar de ser tan perfeccionista, he de dejar de dar tanta importancia a las cosas y a darles tantas vueltas y a preocuparme por todo, he de aprender a disfrutar un poco más la vida sin amargármela y estar siempre padeciendo por todo, y he de aprender a hacer del proceso de toma de decisiones algo más fácil de hacer de lo que lo hago, con lo que seré una persona más alegre y feliz. En definitiva, tengo que madurar.

El cordón umbilical

Algo común a las personas que padecen depresiones como yo he padecido, sobretodo antes de diagnosticarme el TOC y de que éste se agravara, y algo característico de mi patología en particular (no hablo del TOC sino de mi patología en conjunto y como persona en singular) se trata de la sobreprotección materna.

Mi madre ha sido toda la vida muy sobreprotectora, algo que no me ha beneficiado en absoluto pero que no es culpa suya, en esta cuestión no hay culpables, se trata de su forma de ser y en todo momento ha tratado de hacer lo mejor para mí y no de perjudicarme. Yo también tengo responsabilidad en el asunto porque en vez de cortar el cordón umbilical e intentar ser independiente cuando me correspondía por mi edad, me aproveché de esa circunstancia y lo estoy pagando con creces ahora en la actualidad.

Mi madre siempre me lo daba todo hecho, lo cual no es nada beneficioso para ningún hijo. Yo me acomodé y creyendo que era una ventaja, lo acepté. Por poner un ejemplo, cuando yo iba al instituto, mi madre me preparaba de buena mañana un vaso de leche y un bocadillo, pensando que si no lo hacía, yo tampoco lo haría y no me alimentaría. Lamentable error pues de no habérmelo preparado, yo sola me hubiera espabilado y hubiera terminado por hacerlo, pero por el contrario me acomodé como ya he dicho porque me venía de perlas tenerlo todo hecho. Por el contrario, mi hermano que es 5 años más pequeño que yo,
por la misma época le dijo un día que no se le ocurriera prepararle nada, que él bajaría a la panadería a comprar el pan y se haría el bocadillo, y por supuesto el vaso de leche. Mi hermano consciente o insconscientemente fué más sabio. No sé si fué porque era más maduro que yo (porque siempre ha sido muy maduro con respecto a la edad que ha tenido) o porque estaba aprendiendo del error que yo estaba cometiendo. El caso es que él supo cortar a tiempo el cordón umbilical y a ser una persona independiente y autónoma.

Mi madre siempre ha tenido y tendrá la costumbre de estar encima de mi hermano y de mí, bueno, de mi hermano no porque éste le supo parar los pies hace tiempo, pero por lo menos conmigo siempre tiende a estar encima de mí y a preocuparse demasiado de mis problemas. Yo tengo la responsabilidad de aprender a cortar ese maldito cordón umbilical y de saber frenarla en esta tendencia que ella tiene, para poder llegar a ser una persona independiente y autónoma, dueña de mis actos y de sus consecuencias, para bien o para mal. En definitiva, saber afrontar los problemas y obstáculos que van apareciendo en la vida y superarlos por mí misma, consiguiendo sentirme una persona que se vale por sí misma sin ayuda de nadie, lo cual nos da a todas las personas una gran autoestima y es un paso necesario para llegar a la plena madurez como personas.

En ello estoy. Espero llegar a conseguirlo porque deseo llegar a ser como ya he dicho una persona madura, independiente y autónoma, siendo capaz de valerme en la vida por mí misma. Además, es un paso necesario para mi rehabilitación, para poder conseguir pasar de vivir entre algodones en la residencia CEEM donde resido, a vivir la vida real, a poder conseguir llegar a vivir sola (mis padres por desgracia no van a vivir toda la vida). Ésta es por ahora una de mis metas principales.

martes, 12 de abril de 2011

Mi responsabilidad

Mi enfermedad como ya he comentado es un trastorno obsesivo compulsivo o TOC, que no lleva asociado ningún deterioro cognitivo como por desgracia sí ocurre en otras enfermedades mentales en que hay paranoias, delirios, alucinaciones, etc. y no se és consciente de la realidad, pero como hace tiempo me comentó mi psiquiatra del CEEM donde resido, para bien o para mal, el ser consciente de mi enfermedad (que tiempo y trabajo me ha costado llegar a entenderla con ayuda de profesionales) me hace responsable para esforzarme y conseguir ir superando mi enfermedad día a día. Este mensaje lo quiero hacer extensivo a todos los enfermos de TOC como yo para que os esforceis en superar vuestra enfermedad porque ésa es nuestra responsabilidad. Ánimo y manos a la obra, cuanto antes, mejor. Saludos.

viernes, 8 de abril de 2011

Infancia y adolescencia

Ya de pequeña mostraba indicios de obsesiones. Por ejemplo, con 6 años recuerdo que todos los días cuando volvía del colegio realizaba un ritual, y es que tenía miedo de que mi hermano de 1 año hubiera tocado algo de la casa y no estuviera en su sitio, así que me dedicaba a recorrer la casa, habitación por habitación para comprobar que todo estuviera en su sitio, peluches, cojines, enseres, etc. Este ritual se acabó por cansancio. Menos mal. Para mí era un suplicio.

También tenía la costumbre, no sé si esto es patológico o es parte de mi forma de ser, muy dada a contar siempre todo lo que me pasa a mis padres porque tengo mucha confianza con ellos, el caso es que cuando volvía del colegio con 6 años, me sentaba en mi sillita que tenía en la cocina y mientras mi madre cocinaba, yo le contaba todo lo que había hecho en el colegio ese día con pelos y señales. En este caso, mi madre estaba encantada de que yo compartiera mis experiencias con ella.

Con lo que siempre he tenido mucho cuidado ha sido en no mancharme, no lo soporto. Ya de pequeña evitaba jugar a ciertos juegos para evitar mancharme, y si por alguna circunstancia me manchaba, para mí era toda una tragedia. Actualmente sigo sin poder soportar una mancha en la ropa.

En la adolescencia me volví muy perfeccionista, y me preocupaba mucho por todo, por ejemplo en bachillerato, cuando salíamos al recreo, en vez de hablar de cosas triviales y divertidas como mis compañeros, siempre estaba confirmando con ellos las fechas de la entrega de trabajos y de exámenes en el instituto. En otros aspectos de la vida también me preocupaba mucho por todo, le daba excesiva importancia, me ahogaba en un vaso de agua, y de un grano de arena hacía una montaña. Esto me sigue pasando actualmente. Soy una persona negativa y pesimista, he de conseguir aprender a ser más optimista y a disfrutar más de la vida, a no ser tan "patidora" como decimos en valenciano.

En casa me volví controladora en un terreno que no era el mío sino el de mis padres. No dejaba a mi madre ir a solas a comprar objetos de decoración para la casa por miedo a que no tuviera gusto y comprara algo que no combinara con el resto de objetos que había en las habitaciones de la casa. A ella le disgustaba mucho ese control y que no le dejara libertad para hacer en su casa lo que quisiera.

En la adolescencia también tuve una larga época en que me dió por anotar todos los pensamientos que tenía y rellené libretas y libretas. Para mí se convirtió en un calvario que en cualquier sitio en que me encontrara me viniera un pensamiento a la cabeza y tener la necesidad de plasmarlo en papel aunque no lo tuviera a mano antes de que se me olvidara. Afortunadamente me pude deshacer de este ritual también por cansancio. En este ritual, desde entonces hasta la actualidad he tenido recaídas. Me gusta mucho escribir pero no de forma patológica.

También sufría mucho en otro aspecto, y era que cuando me venía una palabra a la mente, tenía que ir corriendo a anotarla porque si se me olvidaba, luego no podía quitármela de la cabeza y no podía dejar de tratar de recordarla, incapacitándome para poder hacer cualquier otra actividad hasta que me viniera de nuevo a la cabeza. Era toda una tortura.

Después de todo esto llegó la maldita acumulación, y es que le cojo apego a cualquier cosa que cae en mis manos y me es muy difícil desprenderme de ellas, con lo cual produzco una acumulación tal de cosas en mi habitación, que ha llegado tan lejos como para resultar incapacitante para llevar una vida normal, ya que por culpa de acumular objetos, que era algo que mis padres no entendían para nada, incluso nos costó mucho tiempo descubrir de que se trataba de una enfermedad (hasta que una psicóloga fué tan perspicaz de querer ir a mi casa, como he comentado en una ocasión anterior, y descubrir el verdadero diagnóstico de mi enfermedad, y explicárnosla a mí y a mi familia), mientras tanto siempre recuerdo discusiones y enfrentamientos en mi casa con mis padres debido a mi obsesión porque yo tenía una forma de actuar que no era normal y mis padres no comprendían. Actualmente sigo en lucha constante contra esta terrible enfermedad.

Bueno, como podéis ver, aparte de la acumulación, a lo largo de mi vida he tenido otra clase de obsesiones aunque no han sido tan graves como para incapacitarme para llevar una vida normal, algo que sí ha hecho la acumulación. Espero que poco a poco mi situación mejore, y logre dominar esta obsesión en vez de que ésta me domine a mí, para poder volver a llevar a cabo una vida lo más normalizada posible. En ello estoy trabajando día a día.

Espero y animo a quien padezca de mi misma enfermedad (o cualquier otra) a que siga luchando para su recuperación y que no tire nunca la toalla. Yo llevo mucho tiempo luchando y nunca he perdido la esperanza ni la perderé, de poder derrotar al monstruo.

Saludos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Los renglones torcidos de Dios

Estoy cansada de la marginación a que nos tiene sometida la sociedad a los enfermos mentales. La gente nos tiene miedo o repugnancia, pero siempre nos margina.

Estoy cansada de las etiquetas que la sociedad nos pone a los enfermos mentales, muchas veces sin ni siquiera conocernos.

Estoy cansada de que los amigos desaparezcan en cuanto se enteran de que tienes una enfermedad mental.

Los enfermos mentales somos enfermos como cualquier otros, como un enfermo de diabetes, como un enfermo que tiene que ir a diálisis, como un enfermo del corazón, como un enfermo de cáncer......, somos enfermos sin más, pero cuando añades la palabra "mental", todo se fastidia, somos los parias de la sociedad , y yo personalmente no lo veo nada justo porque lo que me ha pasado a mí o a muchos de mis compañeros, le puede pasar a cualquiera en cualquier momento.

Por eso, yo creo que los que tenemos que empezar a romper tabúes somos los propios enfermos mentales y nuestros familiares, no tratando de esconder nuestra enfermedad y dándola a conocer sin nigún tipo de pudor, pero eso es muy difícil en una sociedad con tanto prejuicios.

Los "renglones torcidos de Dios" tenemos que luchar unidos porque se nos reconozca socialmente con los mismos derechos que cualquier otro ciudadano discapacitado o no.

No me gusta decir que "somos" enfermos mentales sino que somos personas que "tenemos" una enfermedad, y aparte de eso, somos muchas otras cosas más.

La familia

El  apoyo de nuestra familia es fundamental para poder superar nuestra enfermedad.

En mi caso, como supongo que en otros muchos, mi familia al principio y durante mucho tiempo, no comprendía mi enfermedad porque es muy difícil de entender que una persona que intelectualmente no está deteriorada, se comportara como yo me comportaba.

Tuvimos discusiones y enfrentamientos muy fuertes en casa porque no nos entendíamos, ellos no me entendían a mí y yo no entendía que no me entendieran. Esto provocó una situación de desbordamiento familiar, porque no solamente yo como enferma necesitaba ayuda sino que mis padres no sabían cómo tratarme y actuar conmigo, y también necesitaban ayuda.

Actualmente me encuentro ingresada en una residencia CEEM para seguir a cabo mi proceso de rehabilitación, pero me costó mucho asumir mi enfermedad y que mis padres la entendieran. En esto ha tenido mucho que ver la terapia psicológica privada que sigo desde hace tiempo en la que aparte de mí, acude mi familia, y nos ha ayudado a comprendernos mutuamente, a ponernos a unos en el sitio del otro y viceversa, por lo que actualmente estamos luchando conjuntamente contra la enfermedad, esfuerzo que debo agradecer muy de veras a mi familia (a mis padres y a mi hermano por su implicación, y a mi cuñada por el tiempo que tiene que pasar sin su marido ocupándose de los niños para que éste me pueda ayudar a mí).

Desgraciadamente, muchos de mis compañeros no tienen tanta suerte porque sus familiares tiran la toalla y los "aparcan" literalmente en la residencia sin luchar por su rehabilitación, bien porque no pueden, bien porque ya han perdido toda esperanza de recuperación.

Yo, humildemente, hago desde aquí un llamamiento a las familias que tengan en casa un familiar con problemas mentales y no sepan cómo actuar con él, que por favor no tiren nunca la toalla por el bien del enfermo, y de la familia al  fin y al cabo, y si la situación se les escapa de las manos y no saben qué hacer, que se pongan en manos de un profesional y pidan ayuda. Lo que sí, es totalmente necesario es que el enfermo aunque sea con ayuda del profesional, asuma su enfermedad y la acepte porque sino difílcilmente la podrá superar. Quien no quiere ayuda, nunca la aceptará. Nos tenéis que ayudar a comprender que tenemos una enfermedad y que seamos conscientes de ello, y ayudarnos sin desfallecer a luchar contra ella. 

Ya sé que es mucho pedir, pero si el enfermo en cuestión tuviera una enfermedad del corazón o un cáncer, estoy segura de que toda la familia lo entendería y se volcarían totalmente sin duda alguna en ayudarle. La sociedad debería poner más medios al alcance de los enfermos mentales y sus familias para proporcionarles herramientas en la lucha que seguimos adelante. Pienso que "los renglones torcidos de Dios" estamos un poco (bastante) olvidados (y marginados, pero ése ya es otro tema).